Para educar con profundidad debemos disponer de un gran corazón, estar preparados para la diversidad con que cada año nos encontramos, cada persona, cada capacidad, cada expectativa, todos los instrumentos y estrategias de las que disponemos y pensar que cada alumno es único e irrepetible, que es nuestro prójimo al que debemos respetar y amar. La tarea de educar es hermosa,inmensa y queda grabada en nuestros corazones.
El verdadero profesional de la enseñanza no se debe amedrentar ante los problemas
cotidianos de su centro de trabajo, sino sentirse estimulado ante los retos que
tiene que afrontar, y hacer un ejercicio interno de reflexión sobre cómo superar los
obstáculos que cada día encuentra en su labor diaria.
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